Cómo actuar ante una convulsión febril

18 Mar, 2012

Cómo actuar ante una convulsión febril


Las convulsiones por fiebre en los bebés no dejan secuelas, pero son episodios aparatosos y se repiten con frecuencia

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El bebé pierde la conciencia, sacude de forma espasmódica los brazos y piernas y pone los ojos en blanco. A pesar de lo traumática y peligrosa que puede parecer esta situación, en la mayoría de los casos, es tan solo una convulsión febril, una crisis convulsiva asociada a una alta temperatura, que afecta a entre un 2% y un 5% de los bebés y niños con edad inferior a cinco años. No deja secuelas, ni causa daños en el pequeño, pero con bastante frecuencia (uno de cada tres casos) se puede repetir. Por eso, conviene saber cómo actuar ante estos episodios y cómo prevenirlos.

Qué es una crisis febril

La mayoría de los padres saben cómo actuar cuando su hijo tiene fiebre, es decir, cuando la temperatura normal del cuerpo sube como reacción a una infección vírica o, en algunos casos, bacteriana. Sin embargo, de un 2% a un 5% de los casos de fiebre en bebés y niños de seis meses a cinco años generan una respuesta en la que el cuerpo del pequeño reacciona de una forma singular. Entonces se registra un episodio, a primera vista traumático y de gravedad, denominado convulsión o crisis febril.
Como afirman los especialistas A. Ripoll Lozano y J. Santos Borbujo, de la Unidad de Neurología Infantil del Hospital Clínico Universitario de Salamanca, la temperatura más habitual en la que tienen lugar las convulsiones febriles «se sitúa entre 38ºC y 38,5ºC», con frecuencia, debido a «aumentos o descensos bruscos de temperatura». Ripoll y Santos citan como algunos de los factores precipitantes más comunes los siguientes: infecciones virales de vías altas, gastroenteritis aguda, otitis media aguda, infección del tracto urinario o reacciones febriles tras vacunaciones.

Cómo reconocerla

Tal como publica la Sociedad Española de Urgencias para Pediatría (SEUP), la convulsión febril casi siempre ocurre durante el primer día de fiebre y, en general, coincide con el desarrollo brusco de esta. La edad más habitual oscila entre 17 y 23 meses y, en el 85% de los casos, antes de los cuatro años, con mayor incidencia entre los niños que entre las niñas.
Estos son algunos de los síntomas más frecuentes:

  • Pérdida brusca de conciencia.
  • Cuerpo rígido, seguido de convulsiones y sacudidas intermitentes de las extremidades inferiores y superiores.
  • En algunos casos, puede quedarse completamente flácido, sin fuerza.
  • Boca morada y cerrada con fuerza.
  • Ojos en blanco o mirada perdida.
  • Duración media inferior a cinco minutos, pero se puede prolongar, en caso de que sea simple, hasta los 15 minutos.

¿Son peligrosas las convulsiones por fiebre?

A pesar de la aparatosidad y aparente gravedad de los episodios febriles acompañados de una convulsión, los especialistas coinciden en que, siempre que sean simples (inferiores a 15 minutos), no son perjudiciales para el niño, no dejan secuelas neurológicas, ni afectan de ningún modo a su desarrollo. Tal como apuntan en la Sociedad Española de Urgencias de Pediatría, «después de la convulsión, el niño tendrá el mismo estado de salud que antes».
Lo habitual es que después de la convulsión el pequeño vuelva en sí y se recupere por completo en pocos minutos, aunque en los primeros momentos puede mostrarse adormilado y confuso. Lo más frecuente es que el tratamiento posterior tan solo consista en la administración de antitérmicos para bajar la fiebre.

Pautas de actuación

Aunque sea difícil, debido al pánico y la ansiedad que puede causar enfrentarse a un episodio de convulsión febril, el primer consejo que emiten los especialistas en pediatría es mantener la calma. Solo así se podrá actuar y seguir las principales pautas que indican los profesionales de la salud:

  • Colocar al niño tumbado de lado sobre un costado para que pueda respirar mejor, en una superficie lejos de objetos con los que se pueda golpear.
  • No introducir nada en la boca del niño durante la convulsión y mantener las vías respiratorias libres.
  • Evitar retener los movimientos del niño durante la convulsión, a no ser que corra peligro de golpearse o lesionarse contra algún objeto.
  • Controlar el tiempo que dura la convulsión para comunicárselo luego al médico.
  • Acudir al centro de salud o servicio de urgencias más cercano después de finalizar el episodio para que le valore un especialista y confirme que es una convulsión febril.

¿Se puede repetir?

Los especialistas Ripoll y Borbujo apuntan que entre un 30% y un 45% de los niños que han tenido una convulsión febril sufren nuevos episodios. En el 50% de los casos, durante los seis meses siguientes. En un principio, este no es un factor de alarma, ya que a menudo se asocia a antecedentes familiares.
Las familias que hayan pasado por este episodio pueden prevenirlo, en parte, si están muy alerta ante los primeros síntomas febriles del bebé o el niño y actúan de forma rápida con antitérmicos y otras medidas básicas para evitar que la temperatura se eleve demasiado. De ese modo, pueden evitar la convulsión febril.


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