¿Qué incluye la primera revisión médica?
Inyectar un complemento de vitamina K, obtener una muestra de sangre y realizar una prueba de sordera son algunos de los procedimientos habituales
- Prevención de la conjuntivitis
A todos los recién nacidos se les ponen unas gotas o una pomada antibiótica en los ojos para protegerlos contra la conjuntivitis que podrían sufrir si la madre tuviese una infección gonorreica sin diagnosticar, capaz de causarles ceguera.
En contraposición a lo que ocurría con el nitrato de plata que hasta hace no mucho se utilizaba con el mismo fin, los colirios o pomadas que actualmente se emplean apenas irritan los ojos del bebé. Sin embargo, pueden enturbiar su ya escasa visión, por lo que en algunas maternidades esperan a que haya tenido el primer contacto con sus padres para ponérselos.
- Prevención de la enfermedad hemorrágica
Los recién nacidos tienen unos niveles relativamente bajos de vitamina K, que es un factor fundamental para que la sangre coagule adecuadamente y cuya carencia podría llegar a originar gravísimas hemorragias.
Para evitarlo, se les administra a todos una inyección de vitamina K en la parte superior del muslo. Aunque se ha valorado la posibilidad de dársela por vía oral, todavía parece más recomendable seguir inyectándola.
- Diagnóstico precoz
Este término genérico se refiere normalmente al análisis de sangre que se debe efectuar en todos los recién nacidos para descartar dos enfermedades metabólicas: el hipotiroidismo y la fenilcetonuria. También se conoce como «cribado (screening) de metabolopatías».
La importancia de esta prueba radica en que ambas enfermedades tienen tratamiento, pero si se espera a que den síntomas y se retrasa así el diagnóstico, pueden haberse producido ya lesiones irreversibles.
En el hipotiroidismo congénito, el bebé no produce suficiente hormona tiroidea, la cual, entre otras cosas, es fundamental para el desarrollo de su cerebro, por lo que resulta de vital importancia iniciar un tratamiento sustitutivo con hormona tiroidea lo antes posible.
La fenilcetonuria es una enfermedad del metabolismo de las proteínas, bastante menos frecuente, en la que la fenilalanina, un aminoácido presente en muchos alimentos (incluida la leche materna), no es utilizada adecuadamente por el organismo, se acumula y se convierte en otras sustancias que lesionan el sistema nervioso central, produciendo un retraso mental grave. Para evitarlo, el niño debe recibir una dieta lo más baja posible en fenilalanina, que supone excluir la leche materna y la artificial normal, y criarlo con una leche especialmente elaborada para los efectos de esta enfermedad.
Para hacer el análisis, basta con unas gotas de sangre, que normalmente se obtienen a partir del segundo día de vida pinchando con una lanceta en el talón del niño; con ellas, se impregna un cartoncito, que se envía por correo al centro encargado de efectuarlo.
Los padres reciben el resultado en su domicilio. En los pocos casos en que éste es positivo, se cita al bebé para repetir la prueba y ampliar el estudio, pues además de que cualquier análisis puede dar un falso positivo, algún recién nacido presenta ocasionalmente un hipotiroidismo transitorio.
- Detección de sordera
El diagnóstico precoz de la sordera cambia de modo radical el pronóstico de los niños que la padecen. Aunque los pediatras preguntan y exploran la audición en las revisiones periódicas del bebé, la aparición de técnicas que no precisan de la colaboración del niño para valorarla ha hecho que cada vez sean más las maternidades que efectúan este tipo de pruebas en el recién nacido.
Hay dos técnicas disponibles, ambas son inofensivas e indoloras, y se practican mientras el bebé duerme.
1. La más habitual es la de las «Otoemisiones Acústicas» (OEA), para la que basta introducir una sonda en el oído. Tiene el inconveniente de que en un pequeño porcentaje de casos ofrece un resultado normal en niños que no oyen bien.
2. En la otra técnica, se determinan los «Potenciales Evocados Auditivos» (PEA), colocándole unos auriculares en los oídos y unos pequeños electrodos en la frente y el lóbulo de la oreja. Esta técnica tiene el inconveniente contrario, es decir, que resulta anormal en algunos bebés que oyen bien, de modo que lo ideal sería practicar ambos métodos.
Si estos exámenes indican que el bebé padece hipoacusia o sordera, el diagnóstico debe confirmarse y precisarse a los tres meses de vida, ya que es muy importante que el tratamiento se inicie antes de los seis meses.
Fuente: http://www.consumer.es/