Los primeros minutos de vida

23 Feb, 2012

Los primeros minutos de vida

El primer contacto del bebé con el mundo exterior está lleno de acción, cambios notables e intensas emociones
Como una película de acción. Así son los primeros minutos en la vida de los bebés, que se estrenan en el mundo experimentando numerosos cambios y un montón de movimiento alrededor. Con la primera respiración, el bebé deja de recibir a través de la placenta el alimento y, sobre todo, el oxígeno que le ha permitido vivir y desarrollarse durante nueve meses. Por primera vez, el aire inunda unos pulmones que hasta entonces se hallaban cerrados y a los que apenas llegaba sangre.

Pruebas y cambios

El bebé nace mojado en líquido amniótico y lo primero que se hace es ponerle bajo una fuente de calor y secarlo. Luego se aspiran las secreciones que pueden haberse acumulado en sus vías respiratorias. El estímulo que suponen esas maniobras también le ayuda a respirar.
Inmediatamente, se valora su estado por medio del test o prueba de Apgar. La prueba debe su nombre a la doctora Virginia Apgar, una anestesista que ideó este sistema para valorar de forma concreta la vitalidad del recién nacido, puntuando de 0 a 2 los cinco parámetros siguientes: frecuencia cardiaca, respiración, color de la piel, tono muscular y reacción a los estímulos. Así, la mejor puntuación será de 10, aunque se considera normal de 7 a 10. Por debajo de esa cifra, indica que el niño necesita ser reanimado, y cuando es inferior a 3, debe hacerse de forma enérgica. 

 
La primera revisión se completa determinando su peso, altura y perímetro craneal. Tras una primera cura del cordón umbilical (y un baño si es preciso), se finaliza con la toma de las huellas plantares y la colocación de un brazalete con sus datos identificativos.

En ese periodo de tiempo, y tan pronto como resulta posible, el bebé es entregado y depositado sobre su madre. Con ello, no sólo se trata de satisfacer la curiosidad ni el legítimo derecho que tiene, sino que se está atendiendo a la necesidad que ambas partes tienen de reconocerse. Al menos durante la primera hora posterior al nacimiento, la mayor parte de bebés se hallan en un estado de «alerta tranquila», durante el que parecen tratar de explorar su entorno y establecer relaciones.  

Nada más nacer, huelen, reaccionan a los sonidos y dentro de lo poco que ven, es justamente lo situado a 20-30 centímetros lo que mejor enfocan. Ésa es la distancia a la que se tiene la cara de un niño en brazos, de manera que se les debe permitir que, a su forma, conozcan ya a sus padres.
Éstos, y muy especialmente las madres, suelen experimentar a su vez una fuerte reacción afectiva, que es el pilar sobre el que asentará la vinculación que mantendrán a lo largo de los años con el hijo, si bien no es extraño ni alarmante que alguna madre, quizá cansada o tensa, no sienta una emoción tan viva como esperaba.
No es extraño que alguna madre, quizá cansada o tensa, no sienta una emoción tan viva como esperaba
Este contacto, tan precoz y prolongado como las circunstancias lo permitan, es más importante cuando se desea criar el niño al pecho, porque los factores emocionales y el contacto físico son unos poderosos estímulos para iniciar la producción de leche, y si el bebé aprovecha ese rato para hacer una pequeña primera toma (nacen sabiendo buscar y mamar) la estimulará aún más; de modo que, si no ha podido ser en la misma sala de partos, nada más llegar a la habitación conviene poner el recién nacido al pecho. La toma inicial es, además, positiva para la madre, porque produce una pronta contracción del útero y evita su excesivo sangrado.

Todo esto es igualmente factible aunque el niño nazca a través de cesárea, porque en la mayoría de casos se emplea anestesia epidural. Quizá la reanimación sea algo más prolongada, porque es preciso ayudarles a vaciar el líquido pulmonar y las mucosidades por medio de una aspiración mayor. A menudo se les mantiene unas horas en observación en la unidad de Neonatología, pero nada de eso suele impedir un contacto con la madre en la sala de partos ni que le pueda dar de mamar en la primera o segunda hora de vida.

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