La siesta: Un placer y una necesidad para los niños
Todos sabemos que tanto la alimentación como el sueño son fundamentales para un correcto desarrollo del niño. Además del sueño nocturno, la siesta, más allá de calmar la modorra que produce la digestión de la comida, permite que nuestros hijos puedan reponer fuerzas y relajarse. Además, la siesta también permite un pequeño descanso de los padres, al mediodía, tras las ajetreadas tareas del día a día.
Por qué echar la siesta es bueno para los niños
A veces, con la incorporación de nuestros hijos a horarios escolares fijos o apretadas agendas familiares, se dificulta el acceso a este saludable hábito, aunque, tanto los profesores como los padres, somos sensibles a la necesidad que nuestros pequeños colegiales (de 3 a 5 años) tienen de disfrutar de un pequeño sueño vespertino. En otras ocasiones, son los propios niños los que se rebelan y no desean echarse la siesta porque no logran dormirse, o bien son los padres los que consideran que la siesta puede interferir en el sueño nocturno y prolongar, en consecuencia, las horas de vigilia de su hijo. Todos los padres sabemos lo fundamental que resulta ese rato mágico, casi sagrado, de la noche en el que ya están acostados los niños y aprovechamos para hacer todo lo que tenemos pendiente o, simplemente, para apoltronarnos en el sofá para conversar, leer o ver la tele.
Recientemente, algunos expertos del sueño expusieron un completo estudio sobre la siesta y sus resultados. En dicha presentación, se concluyó que los niños que tienen el hábito de dormir siesta desarrollan un mayor rendimiento psicosocial. El estudio revela que los niños que no sesteaban después de comer tenían muchos más síntomas de hiperactividad, ansiedad y depresión que los que sí lo hacían, aunque el número total de horas dormidas en 24 horas fueran las mismas. Este estudio viene a confirmar la conveniencia de que nuestros hijos en edad preescolar se echen la siesta, que continúen con el hábito que comenzaron cuando eran bebés de manera natural: echar un cabezadita después de comer o después de una actividad intensa.
Aunque duerman poco o incluso no lleguen a conciliar el sueño, la simple interrupción temporal de los quehaceres del día supone ya un descanso beneficioso para ellos. Este breve tiempo que los niños dediquen a relajarse, reflexionar, imaginar, estar en silencio o a ojear un cuento, les será igualmente provechoso. Así pues, siempre que sea posible, debemos fomentar en nuestros hijos la práctica de nuestro «deporte nacional», o sea la siesta después de comer. Este ratito de descanso es importante para mejorar el rendimiento de los niños durante el día y, sin duda, también un pequeño descanso para las ajetreadas vidas de los padres.
Fuente: GuiaInfantil.com