El desarrollo fetal
Durante un periodo de unos nueve meses una célula se va desarrollando y se convierte en un ser humano, preparado para salir del útero y enfrentarse al mundo. Al nacer, los bebés están constituidos por miles de millones de células que reflejan el modelo genético contenido en el ADN.
Desarrollo de los órganos
El cerebro y el sistema nervioso se desarrollan a partir de una cadena de células en la espalda del bebé cuando aún es un embrión de menos de tres semanas. Estas células forman primero un pliegue longitudinal que finalmente se convierte en un cilindro, denominado conducto neural. Más adelante, este conducto se divide en diferentes partes: el extremo superior en el cerebro y el resto forma la médula espinal.
Cerebro y nervios
Las neuronas, de las que se extienden unas fibras denominadas dendritas, crecen rápidamente. La fibra más grande de cada neurona se denomina axón, y es la que transmite señales eléctricas de una neurona a otra y de los nervios a los músculos. En el útero, el cerebro produce mucha más neuronas de las que necesita. Al nacer, un bebé tiene alrededor de doscientos mil millones de neuronas, aproximadamente el doble que un adulto. El desarrollo implica la muerte selectiva de muchas de ellas y el establecimiento de nuevas conexiones con las que permanecen.
Músculos y movimiento
Al principio las extremidades son unas minúsculas prominencias a los lados del cuerpo del embrión. Más tarde, estas pequeñas protuberancias se alargan y desarrollan unos nódulos que finalmente se convierten en manos y pies. Los fetos empiezan a mover los brazos y las piernas hacia las diez semanas, cada vez con más energía. A medida que el sistema nervioso se desarrolla y establece conexiones con los músculos, el feto da patadas, abre y cierra las manos, se succiona el pulgar e incluso agarra el cordón umbilical. Cuando los músculos de la cara empiezan a madurar, trata de fruncir el ceño, mover los labios y realizar otras expresiones faciales.
Los sentidos antes del nacimiento
El oído se forma hacia las dieciséis semanas de embarazo, y a partir de entonces, los bebés empiezan a oír la voz de la madre, el ruido de sus pulmones y estómago, los latidos del corazón materno. Las investigaciones han demostrado que los bebés no sólo responden a los sonidos en el útero sino que también lo recuerdan después de nacer.
Los ojos humanos son sensibles a la luz alrededor de las catorce semanas de embarazo. Aunque los párpados permanecen cerrados hasta las veintidós semanas, son translucidos, de forma que el bebé distingue la luz de la oscuridad.
El feto traga constantemente líquido amniótico junto con residuos de la comida que ingiere la madre. Con esos tragos, las aproximadamente diez mil papilas gustativas con las que nace el bebé empiezan a disfrutar de los primeros sabores.